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Ya les he contado que el hoy Boulevard 5 de Mayo era un río, el San Francisco y en tiempos de lluvias es un calvario poderlo atravesar porque el agua busca ese cause. Pues por ahí de 1731 prácticamente lo mismo, pero al no haber drenaje el agua subía a la 6 Sur, los poblanos no quisieron desperdiciar la oportunidad y decidieron poner unos molinos. Lo estancado y la actividad atraían siempre a manadas de sapos, por lo cual la gente bautizó el lugar como el Callejón de los Sapos, desde la 3 a la 7 Oriente sobre la 6.
El tiempo pasa y a alguien se le ocurrió construir una plaza de toros, cuyo destino tuvo un trágico fin, pues en 1856 fue tomado como cuartel militar y desde ahí sufrió varios ataques hasta 1867 cuando se demolió. A raíz de ahí las calles se fueron modificando: de la 3 a la 5 Oriente se volvió callejón para el paso de vehículos y de la 5 a la 7 Oriente se cierra para hacer una plazuela.
Poco a poco ambas calles se van poblando y despoblando con la llegada de restauranteros, gente que vende algo y emprendedores de bares. Pero aunque no lo crean esa etapa se consolida hace 30 años, cuando unas personas toman la plaza los fines de semana por las mañanas para vender antigüedades, hoy cosas vintage, y por las noches los jóvenes recorren los alrededores para entrar al sinfín de bares, cantinas y tabernas que iban cambiando de nombre.
Hoy esos bares ya no existen, pero si los momentos de ver antigüedades, muebles rústicos y accesorios, incluso puedes ir a vender aquello que guardas en tu casa y que tenga más de 30 años.
callejón
Sapos
de los
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La experiencia
Mi primera experiencia en un bar para estrenar mi credencial IFE fue aquí, era un año entre el 2000 y 2020, y unos amigos de la preparatoria me llevaron a tomar y platicar sobre la vida. Aunque sinceramente iba por averiguar la leyenda urbana de que una mujer joven se desnudaba porque le invitaras un cartón de cervezas. El detalle es que el bar donde se asentaba el mito se reservaba el derecho de admisión, así que nunca entré a corroborar la historia y digo nunca, porque ya lo cerraron.
En su lugar conocimos a unas chavas que les gustaba tomar siendo atractivas para los hombres, ellas les coqueteaban y ellos les invitaban tragos, pero siendo astutas de no darles algo a cambio, solo una mirada o un rato de baile. De esta forma salían hasta las manitas todos los fines de semana, lo sé porque ellas mismas nos contaron la situación; entonces imagínense la confianza momentánea que creamos en una media hora de plática.
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Al otro día, porque lo que pasó no se deben enterar, es que una de ellas me habló por teléfono para preguntarme por su amiga como unas 10 veces en todo el día, hasta que me imagino la encontraron o de plano se cansaron de pensar que estaba conmigo.
Más recientemente, tenía en mi colección varias cámaras fotográficas, pero desafortunadamente las tenía guardadas, así que tuve la difícil decisión de vender dos mecánicas de rollo. Mi primera opción fue subirlas al Marketplace de Facebook, pero no tuve una respuesta positiva, así que pensé en el bazar de Los Sapos. Ahí hay dos lugares para comprar y vender cosas de fotografía, una es un señor que se dedica más a vender objetivos y hacer restauraciones; el otro es alguien que vende diferentes modelos.
Obviamente pregunté en ambos para tener un mejor precio, pero ninguno me convenció al 100 por ciento porque decían que eran modelos que pocos comprarían, yo pensé que lo hacían para que el monto que pidiera no fuera tan elevado, incluso llegué a considerar que se habían hablado por radio para ponerse de acuerdo. Al final no tuve más opción que venderlas, eran cosas que no utilizaba y solo me quedé con una Minolta, justo con la que empecé en este sueño.
Mi mujer estaba muy orgullosa porque me había deshecho de cosas que no utilizaba, pero nunca consideró que entre tanta antigüedad hubiera una Rolleiflex, de la que me enamoraría y que ahora estoy juntando dinero para comprarla.