top of page
Analco.JPG
Analco_edited.jpg

Jardín

de

Analco

No me lo van a creer, pero este es el barrio más antiguo de Puebla. Data de 1531, cuando un grupo de personas se asentaron junto al río San Francisco, de ahí su nombre en náhuatl Analco (al otro lado del río). Desde ese entonces y por las características del suelo, la gente se dedicó al cultivo de flores que después vendía en los mercados de alrededor.

 

El barrio tiene varias características que lo hacen único: su iglesia, con un santo que le huele el pie y de la cual hablaré después; su jardín, desde 1970 es ocupado por vendedores cada fin de semana y donde puedes encontrar varias cosas interesantes, hasta recuerdos para fiestas; su fuente, erigida en 1759 que fue y vino de lugar, pero que hoy adorna el parque en su centro; sus calles empedradas adornadas por vecindades donde decenas de personas viven y que vuelven al barrio pesado.

Otra de las peculiaridades son las leyendas: la aparición de La Llorona por las calles, una señora que busca a sus hijos que ella misma mató; el Callejón del Muerto, un señor que salió de madrugada para buscar una partera, pero que encontró un asaltante que lo asesinó por la espada, ahora se ve deambulando pidiendo perdón; sobre la 7 Oriente circula por las noches una carreta; una calle arriba está la Vecindad del Infiernito, un lugar donde hacían rituales y que quedó maldita; en el mero jardín se baña una señora en la fuente a cierta hora y que protege el lugar de las malas prácticas.

 

Aunque la leyenda más socorrida y discutida del Barrio de Analco es considerarse como el centro de la ciudad. Hasta hace algún tiempo, antes de la expansión hacia el sur, si se mirara un mapa, se midieran los litorales y pusiéramos un punto central, pudiéramos identificar que el centro de la capital poblana se enfocaría en el jardín de Analco. También se piensa lo anterior porque ahí vivían las queridas de los Reyes y por eso era un barrio rico, digno de ser llamado el centro de la ciudad.

La experiencia 

Viví algún tiempo cerca del barrio porque mi mamá tenía un negocio, así que puedo contarles diversas historias macabras de ahí, pero como la intención es alentarlos a que lo visiten les hablaré de tres cosas que me pasaron aquí. Cuando era niño comúnmente iba a las posadas de diciembre, regalaban aguinaldos todos los días a los que fueran a misa de las 7:00 pm. También ahí hice mi Primera Comunión, recuerdo que lo mejor de ir al catecismo era jugar en la salida sobre el atrio y que el día de la misa parecía una boda comunitaria, las niñas iban con su vestido blanco y los niños con traje negro; lo recuerdo mucho.

 

En mi etapa de hippie adolescente era común ir, compré varias cosas que no necesitaba. Ya de adulto se volvió un lugar preferido para cosas del hogar. Pero lo que siempre ha distinguido al tianguis de Analco son las nieves de sabores, hielo frappé bañado en jarabe de limón, mango, fresa, entre otros que te sirven en un vaso de plástico o un cono de galleta.

Muy buenas, pero adictivas. Recuerdo que un día me pedí medio litro de nieve de piña, estaba tan dulce que a los 10 minutos de terminármela me empezó unas ansias cual muppet en Plaza Sésamo, con decirles que llegué a casa, barrí, trapeé, lavé los trastes y tenía energía de sobra.

Últimamente que he ido noté que se volvió un mercado, puedes comprar lo que te imagines de decoración, comer, bailar con una muchachonas enseñando el calzón y pasar un día completo viendo las cosas. Esta vez que fui a tomar fotografías me percaté que es mejor cuando hay gente, el parque es muy simple: ves una fuente central, dos a los costados que sirven a los lavacarros para tomar agua, una parte de juegos de metal para niños y una cancha de concreto para jugar fútbol o voleibol.

¡Es mejor ir en fin de semana!
bottom of page