Museo
de los
ferrocarriles
Cuenta la historia que en 1869 un presidente de peinado de abogado y que hoy sale en los billetes, cortó el listón para abrir oficialmente una estación de ferrocarriles, en lo que en ese momento era una de las orillas de la ciudad. Ubicado sobre la calle Señor de los Trabajos (hoy 11 Norte), el inmueble era una interconexión entre la capital y Veracruz, aunque también conectaba a Apizaco, Tlaxcala y distintas partes de Puebla.
La estación estaba dividida entre viajes para carga y pasajeros, hasta 1960 que se dedicó exclusivamente al tráfico de pasajeros; así funcionó hasta 1974 cuando cerró sus puertas definitivamente. Tras años abandonada, en 1988 el gobierno federal decidió recuperarlo, pintarlo y adecuarlo para abrir el Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos; luego de que la estación de San Lázaro, en la Ciudad de México, no quiso serlo.
El museo tiene la finalidad de rescatar, estudiar y difundir la historia, cultura y tecnología del medio de transporte más utilizado del mundo; mediante archivos, locomotoras, carros de pasajeros, comedores, estancias, carros de carga y cabuses. Algunos ejemplares conservan su originalidad por más que el tiempo y la corrosión los ataque, otros fueron adaptados como biblioteca, ludoteca, salas de exhibición y estación de radio para ofrecer distintos talleres a niños.
Desde 1999, el museo es parte del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, quien lo nombró Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural Ferrocarrilero, gracias al importante esfuerzo de conservar la historia y patrimonio de la humanidad. Porque les recuerdo que los ferrocarriles o trenes fueron la base de la movilidad de todo el mundo, por la velocidad, fuerza y alcance que tenia. Hoy, en 2020, su entrada está en proceso de remodelación pues algunos temblores de la ciudad han hecho mella en la edificación.
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Sabías que el museo tiene dos locomotoras antiguas, prácticamente de los inicios de su invención; las cuales aún caminan y hasta han sido protagonistas de películas de Hollywood o telenovelas mexicanas.
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La experiencia
Iba en la primaria cuando fui por primera vez, en aquella ocasión nos explicaron sobre la historia de los trenes, nos dieron una clase de hacer papalotes y pudimos volarlos. Recuerdo mucho la explicación de un señor viejito que nos dijo que los rieles tienen varias partes, 7 u 8; también que entre conductores habían señales para indicar cosas sobre el camino. También la historia del Héroe de Nacozari, la cual se las podría contar aquí, pero 1 está en internet y 2 no la recuerdo.
Estas últimas veces ya la experiencia no fue tan cordial, pues como adulto no puedes subirte a los vagones, andar corriendo o pasear a plenitud porque te regañan los encargados. Tampoco sabía que no puedes hacer
fotos posadas, porque el museo no es set de fotografía y tampoco puedes pagar para hacerlas; a menos de que tengas palancas para que te presten el sitio. Lo que si me gustó es qué hay una señora vendiendo dulces, que después de andar bajo los rayos del sol caminando se presta para un refresco.
Ya si te quieres aventurar, puedes esconderte y aprovechar los instantes de distracciones para organizar una fotografía. Ojo si llevas un acompañante asegúrate de que no parezca que va a modelar, porque tendrás a la seguridad encima de ti para vigilar que no hagas cosas impropias o sin permiso.